miércoles, 29 de mayo de 2013

La vida contada por glorietas

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La vida contada por glorietas
Por Sara Sariol Sosa
Fotos Luis Carlos Palacios
Acaso a las retretas que llegaron a Cuba, como a Venezuela, Costa Rica y otros muchos países latinoamericanos, con la colonización española, y se arraigaron entre las tradiciones más cultas y populares, se les atribuye, fundamentalmente, el nacimiento de las glorietas.
Se dice que en nuestro país casi la totalidad de las ciudades más importantes se agenciaron las mencionadas funciones musicales al aire libre, encargadas de amenizar sobre todo las jornadas dominicales, y las cuales han sido reconocidas con el transcurrir del tiempo como génesis de las bandas municipales.
Estas últimas lograron mayor auge aquí en la primera mitad del siglo pasado, período en el que su esplendor alcanzó, incluso, a la arquitectura pública, al punto de que no pocas localidades concibieron parques especialmente construidos para la celebración de tales espectáculos culturales.
Así, surgieron esos kioscos en forma de rotonda llamados glorietas, donde en las primeras décadas del 1900, las bandas hacían sus presentaciones. Dichos espacios trascendieron, desde entonces, cual expresión de auténtica fusión de valores culturales y de arquitectura local.
LA EXCELSA
No fue la primera edificada en Cuba, pero la del parque Carlos Manuel de Céspedes, de Manzanillo, es hasta nuestros días reconocida como la más distinguida.
De estilo ecléctico y arte morisco de gran riqueza arquitectónica, la idea del proyecto inicial surge para homenajear al alcalde Manuel Ramírez León, quien declinara la oferta y sugiriera que el dinero fuera empleado en una obra perdurable, que otorgara brillo y belleza a la ciudad.
Cuenta la historia que fue erigida gracias al interés y aporte material de los manzanilleros, y que casi todo el pueblo cooperó, incluidos los maestros de obra, ayudantes y peones.
En tanto los materiales fundamentales fueron importados desde la metrópolis, sin mediación de lucro alguno, y la Colonia Española donó el vítreo escamado de su majestuosa cúpula.
Inaugurada el 24 de junio de 1924 durante las fiestas carnavalescas, su genealogía arquitectónica se remonta al siglo XIII español, pues toma modelo de la existente en el Patio de los Leones, del Palacio de la Alambra.
ATRIBUTOS COMPARTIDOS
Los atributos de la glorieta manzanillera son muy conocidos, porque es esa, sin dudas, la más bella entre todas las cubanas de su tipo.
Y quizás esa preeminencia haya determinado cierto silencio sobre otras de nuestro entorno inmediato que aunque con mayor sencillez en su forma y estilo, igual testimonian el nacimiento de valores culturales en el actual territorio de la provincia de Granma: los municipios de Campechuela, Media Luna y Niquero, también tienen bonitas glorietas.
En Manzanillo, su parque irregular con diferentes dimensiones en sus cuatro lados, por acuerdo del Ayuntamiento cambió el nombre de Plaza de recreo por el actual en 1898.
Para esa fecha también varió la identificación de las calles que lo circundan: Salas pasó a ser Maceo, Valcourt comenzó a nombrarse Merchán, Isabel Segunda se dispuso a conocerse como Masó, y Real asumió el nombre de José Martí. Bustos de esos patricios franquean las cuatro esquinas, y cada uno mira hacia la arteria que tomó su apelativo.
Se piensa que quizás la manzanillera sea la primera calle que en Cuba comenzó a honrar al Maestro; mas, lo que sí está claro es que ese elemento que la signa, es compartido por las restantes glorietas granmenses. Tanto la de la Ciudad del Golfo, como las otras de las localidades costeras, tienen entre las arterias circundantes una llamada Martí y un busto del Apóstol de nuestra independencia.
IGUAL DISTINCIÓN
Por demás, todas tienen igual distinción, y expresan elocuentemente una vitalidad en la cultura y estética urbana de la República.
En Media Luna, el otrora parque municipal, hoy Parque de Los Mártires, fue en la colonia una de las instituciones más importantes, donde se desarrollaban fiestas populares, espacio ideal visitado por jóvenes que hacían de las vueltas a su alrededor, verdaderos rituales de amor.
Hasta 1930 tuvo una glorieta de madera, luego se levantó la de mampostería con ocho columnas y cubierta que pretendía imitar, con discreción, a la manzanillera. Ese año por iniciativa del doctor Manuel Sánchez Silveira, se colocaron los bustos de Martí y Carlos Manuel de Céspedes.
En 1997 se sitúa el de Juan Vitalio Acuña, Comandante del Ejército Rebelde e integrante de la guerrilla del Che en Bolivia; y en 1998 el del joven capitán rebelde Raúl Podio Saborit.
Desde 1990, un monumento rinde tributo a la Heroína de la Sierra y el llano, Celia Sánchez, sentada a la orilla de un riachuelo, y cerca las alpargatas, cual símbolo de la sencillez de su inmensa personalidad.
Campechuela, contó con una banda municipal a partir de 1912, dos años después se construye el parque (hoy 24 de Febrero), y con su reconstrucción en1934, nació su glorieta.
En la década del 50, ese circular espacio, indiscutible símbolo cultural, testigo no solo de las retretas sino también de otros ritos como la diana mambisa, asume una remodelación de toda su estructura, con alcance de la decoración de la cúpula y la jardinería.
Ricardo de Céspedes (sobrino del Padre de la Patria) se nombra el parque de Niquero, localidad de ensueños, refugio de pescadores, y que cautivó por mucho tiempo a visitantes y transeúntes -al menos antes del ensañamiento del ciclón Dennis (mediados del 2005)-, por sus casas de novedoso diseño y de maderas adoloridas por el tiempo.
Su glorieta tiene la dicha de haber sido testigo de las presentaciones del órgano, el cual fue arraigándose en la preferencia cultural de la localidad, ha perdurado hasta nuestros días, y estimula un festival anual que reúne a quienes en varios puntos del territorio aman las melodías obsequiadas por ese instrumento musical por excelencia, de registros o sonidos diversos que se escapan entre cartones perforados.
A la glorieta niquereña, como si poco fuera, le pertenece, asimismo, el privilegio de poder contar la historia; sus columnas pueden hablar de días de pólvora y metralla, en que 82 jóvenes cubanos, con Fidel al frente, vinieron desde Tuxpan, México, desembarcaron por las costas de la localidad y le otorgaron el honorífico título de Portada de la libertad.
Estos cuatro atractivos y seductores pabellones que le nacieron a Granma en el sur, dan cuenta de que en esos sitios costeros, la existencia, desde su surgimiento mismo, cobró elevado vuelo y la gente fue tejiendo costumbres y tradiciones, añejadas por el tiempo.
Darle fuerza a esos valores, quizás no radique en la frecuencia con que se practiquen, sino en imbricarlos con los más recientes, y sobre todo, en que unas y otras generaciones compartan auténticamente, las ideas que les dieron origen.


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