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Bayamo actual |
Sara Sariol Sosa
Foto Luis Carlos
Palacios
Cuando en noviembre
venidero Bayamo, de raíz india y no española, celebre sus 500 años,
incluirá en el recuento de su existencia, obligadamente, esa suerte
de débito perenne que le ha correspondido no solo con la historia y
la cultura de la nación, sino también con su progreso económico.
Segunda
villa
española
en Cuba, su fundación está vinculada con el poblado de Yara y el
intrépido cacique Hatuey, incinerado vivo en la hoguera por guiar la
rebelión de los nativos contra los colonizadores.
Fue
en
esos predios donde quedó asentado San Salvador, nombrado así por la
presunción de los conquistadores de que con la muerte del indio
rebelde estaba a salvo la conquista.
Mas, aquella barbarie
solo consiguió alimentar la leyenda conocida como la Luz de Yara,
leyenda que ha trascendido con dos tesis: una relacionada con la
india de igual nombre que asediada por los colonizadores se abrazó a
Hatuey en medio de las llamas y al quemarse desprendió un inmenso
haz; la segunda sostiene que aquel fulgor aparecido en lo alto por
las noches, no era sino el gran cacique guiando aún a los nativos a
la batalla por su dignificación.
Tiempo
después la villa
fue traslada al cacicazgo aborigen de Bayamo, presumiblemente
establecido por los primitivos 300 años o más antes de la llegada
de los españoles, por lo cual entonces –defiende el investigador
Aldo Daniel Naranjo- solo fue bautizado forzosamente a la castellana,
pues ya existía como población superior y más avanzada a otras de
su misma categoría.
Desde entonces a Bayamo,
desprovista de costumbres nómadas, y con conocimientos amplios de la
cerámica, la pesca, la agricultura, el uso de plantas medicinales y
la construcción de bohíos y caneyes, ya la vida le había otorgado
un compromiso ineludible con el progreso del marco geográfico donde
nació.
BONDADES
Su
nueva ubicación buscaba aprovechar, entre otras razones, las
bondades del río y de tierras ricas en minerales.
Como Nuestra Señora de
la Asunción de Baracoa, fundada un año antes, y las villas que le
sucedieron (la Santísima Trinidad, Sancti Spíritu, San Cristóbal
de La Habana, Puerto Príncipe y Santiago de Cuba), San Salvador de
Bayamo, fue utilizada por los españoles para controlar el territorio
conquistado.
Desde estos
asentamientos, que en su mayoría cambiaron su primitiva ubicación,
iniciaron aquellos la explotación de los recursos de la Isla.
La actividad económica
se sustentó en el trabajo de los indígenas, entregados a los
colonos por la Corona mediante el sistema de "encomiendas",
una especie de concesión personal, revocable y no transmisible,
mediante la cual el colono se comprometía a vestir, alimentar y
cristianizar al indio a cambio del derecho de hacerlo trabajar en su
beneficio.
En estos primeros años
de la colonia, fue la minería el renglón económico fundamental,
específicamente la extracción de oro, en lo que se emplearon indios
encomendados y también esclavos negros que, al decir de los
investigadores, se integraron desde muy temprano al conglomerado
étnico que siglos después constituiría el pueblo cubano.
Mas, los lavaderos de esa
riqueza se extinguieron rápidamente y la población se redujo de
manera drástica, incluidos los españoles que llegaron en varias y
sucesivas expediciones para la conquista del continente. Fue la
ganadería la que se ubicó entonces en la principal fuente de
riqueza aquí y en toda Cuba.
En lugar del oro, la
carne salada y los cueros constituyeron las mercancías casi
exclusivas con que los escasos colonos se incorporaron a los
circuitos comerciales del naciente imperio español.
Para ese momento, Cuba y
sus villas no pudieron escapar al saqueo de corsarios y filibusteros
franceses, holandeses e ingleses que asolaron el Caribe, capturaron
navíos y desvalijaron ciudades y poblados, piratería que condujo a
guerras, y sin embargo, arrojó sus ventajas.
Para resguardar el
comercio, España decidió organizar grandes flotas que tendrían
como punto de escala obligado el puerto de La Habana,
estratégicamente situado al inicio de la corriente del Golfo.
Las frecuentes visitas de
comerciantes y viajeros, y los recursos destinados a financiar la
construcción y defensa de las fortificaciones (tal fue el caso del
Castillo del Morro) que guarnecían la bahía habanera, se
convertirían en una vital fuente de ingresos para Cuba.
Pero los pobladores de
las regiones alejadas, excluidos de tales beneficios, se vieron
obligados a apelar a un lucrativo comercio de contrabando.
Para evitar esos
intercambios, las autoridades coloniales terminaron por enfrentarse a
los vecinos, principalmente los de la villa de Bayamo, quienes con su
sublevación de 1603, expresaron sus intereses contrarios a los del
gobierno metropolitano.
En esa disputa se inspiró
el poema Espejo de Paciencia, documento originario de la historia
literaria cubana.
Hacia 1868 el país se
encontraba ante una posible crisis sin solución bajo la dominación
española, por la existencia de la esclavitud en la industria
azucarera, la cual había tomado auge, y las crisis económicas
mundiales de 1857 y 1866, que provocaron la caída de los precios del
azúcar.
Tributaron, asimismo, a
tal situación la supresión casi total de los créditos, en momentos
en que era preciso un intenso proceso inversionista para modernizar
técnicamente la producción azucarera. Pero a España, enfrascada en
la reconquista de territorios latinoamericanos, y al margen de las
necesidades económicas de la Isla, solo le interesaba resolver sus
dificultades a costa de sus colonias.
La explotación económica
en que España mantenía sumida a Cuba, se agravó, y llegó a ser
crítica en el centro y oriente del país. Bayamo, poseedor de un
sentimiento nacional más avanzado, con respecto a otras zonas
cubanas, también respondió primero a esa batalla por el progreso.
EL MISMO DÉBITO
Fue a partir de los años
40 y en lo fundamental después de 1959, que la ciudad muestra un
crecimiento importante en todas las esferas económicas y sociales.
Corroboran tal ascenso el
gran número de entidades levantadas en este sector (55 empresas, 49
unidades presupuestadas y 56 establecimientos), dedicadas a la
producción de cultivos varios, elementos mecánicos, arroz, azúcar,
tabacos, galletas, lácteos, materiales de la construcción, surtidos
cárnicos, bebidas, refrescos, huevos, carne de ave, porcina y
vacuna…
Todas esas
organizaciones, muchas de las cuales garantizan producciones
exclusivas en el país, como líquidos orales y algunos productos
lácteos, están integradas hoy en una coherente estrategia para
elevar los niveles de vida del pueblo.
El
pasado año, el municipio, el de mayor importancia de la provincia de
Granma, con un peso fundamental en la economía territorial, se
posesionó como el primero en alcanzar
superávit económico, amén de cuánto le falta por conseguir en el
camino de la eficiencia, la productividad, y la responsabilidad de
algunas entidades que no logran concretar sus metas.
Al
menos hasta noviembre, cuando la ciudad cumplió sus 499 años,
alcanzó una producción mercantil de 815
millones 582 mil 200 pesos, con un crecimiento significativo con
respecto a lo proyectado y lo real alcanzado en igual etapa
precedente; creció 2,6 por ciento en la productividad y excedió
las exportaciones, por solo citar algunos indicadores y renglones.
Pero
Bayamo, a las puertas de sus cinco siglos de existencia, se ha
propuesto aprovechar más sus potencialidades económicas y sus
fortalezas humanas, un débito que le asiste desde el instante mismo
de su nacimiento, pues fue, es, y seguirá siendo, el timonel de
Granma.